Te dediqué mi última sesión de terapia
2/3 del tiempo averiguando qué había hecho mal,
pero en cuanto me soltaron la pregunta:
¿Qué aporta en tu vida esa persona?
Sin titubear ni pensar más de 5 segundos dije:
Nada
Ahí, lo entendí todo.
Salieron lágrimas de mis ojos, no lo negaré
Mas sentí orgullo de haberme liberado de esas cuatro letras,
que aunque son pocas, pesan y mucho.
Esas cuatro letras sostenían varias noches memorables,
el cariño por medio de abrazos y tiempo dedicado,
en salidas y viajes,
las veces que lloramos y nos sostuvimos.
Pero cuatro letras ya no podían mantener el peso,
el peso de tus exigencias a costa de mis tiempos,
tu egoísmo disfrazado de empatía,
ni de tus honestas cuchipalabras.
Te amé y amo demasiado,
pero me amo más a mí.
Agradezco al universo la lección que me dio contigo
y todos los aprendizajes que obtuve de ti.
No me duele perderte, porque no te pierdo.
Duele más sostener la costumbre,
que retirarme con el amor que me queda hacia ti
y las memorias construidas.
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